Vie. Nov 7th, 2025
Renacer de la kale borroka: un viejo fantasma en la calle

Renacer de la kale borroka un viejo fantasma en la calle

En los últimos años ha comenzado a escucharse con creciente insistencia la expresión “kale borroka”. Como advertencia de que un viejo modelo de violencia política callejera podría estar regresando. O al menos persistiendo latente. Este fenómeno debe analizarse con cuidado. No como mera expresión de gamberrismo urbano. Sino como un fenómeno simbólico, político y estructural. Que hunde sus raíces en décadas de conflicto. Que conserva ecos del pasado. Y que plantea interrogantes para la convivencia en Vascongadas y más allá.

Orígenes y dinámica histórica

La “kale borroka” (término del euskera que literalmente significa “calle-lucha” o “lucha de calle”) se utilizó para referirse a los actos de violencia callejera perpetrados en Vascongadas y Navarra por militantes o simpatizantes del entorno de la izquierda abertzale, en muchos casos jóvenes, durante los años 90 y 2000.
Así, se trató de una especie de guerrilla urbana: lanzamiento de cócteles molotov, quemas de contenedores, vandalismo selectivo, ataques a sedes políticas o financieras, protestas intensas que no alcanzaban siempre el nivel de las acciones terroristas clásicas de ETA, pero que fueron consideradas por las fuerzas de seguridad como «terrorismo de baja intensidad».

En una entrevista de finales de 2000 a jóvenes implicados en estas acciones se recogía así su lógica:

“La definición es bien sencilla: ‘lucha de calle’, ‘lucha en la calle’. Es la respuesta por métodos variadísimos a la situación de represión nacional y social que tiene que soportar Euskal Herria.”

Este discurso refleja cómo esos grupos entendían la violencia callejera como un medio de protesta, de reivindicación nacional-vasca, de confrontación contra el “Estado”, la policía, la normalidad institucional.

Durante los años 90, por tanto, la kale borroka actuó como un complemento o apoyo al conflicto más estructurado de ETA, con cierto margen de autonomía operativa, ciertamente, pero con conexiones simbólicas, mediáticas y de base social que la vinculaban al movimiento etarra. En 1999 ya se advertía que “la kale borroka va a perdurar en el tiempo, ya que cuenta con un soporte humano suficiente, tiene la aquiescencia de ETA y, por tanto, su apoyo político”.

Renacer de la Kale borroca ¿El surgimiento de un nuevo ciclo?

Una de las preguntas que ahora se escuchan es: ¿está la kale borroka resurgiendo? En los últimos años, aunque en niveles mucho menores que en su apogeo, se han documentado incidentes que recuerdan aquel pasado: agresiones a agentes, ataques a oficinas, acciones de boicot callejero. Por ejemplo, en julio de 2022 se informaba de la detención de tres jóvenes por agredir a un ertzaina en Vitoria.

Un reciente artículo habla de que “la kale borroka vuelve al País Vasco para revivir sus peores recuerdos” tras boicots y agresiones en actos político-electorales en la campaña de 2019.

Estos hechos, generan alarma porque evocan una lógica de violencia callejera con dimensión política y simbólica, más allá del simple vandalismo espontáneo.

Vinculaciones institucionales: Gobierno Vasco, Gobierno de España y actores políticos

Es importante examinar las vinculaciones políticas e institucionales que atraviesan la kale borroka, tanto para entender su génesis como para valorar su continuidad.

Por un lado, el Gobierno Vasco (Gernika / Lehendakaritza) ha manifestado en múltiples ocasiones que la kale borroka es un obstáculo para la normalización y la paz. Por ejemplo, la vicelehendakari declaraba que “ningún proceso será posible si se pretende utilizar la llamada kale borroka como sustitutivo de la violencia de ETA”.

Asimismo, en 2006 el portavoz del EAJ‑PNV en el Congreso señalaba que la kale borroka era “una razón muy fundada” para impedir el avance de cualquier negociación.

Por otro lado, el Ejecutivo autonómico ha tratado de desligar los atentados de violencia callejera de grupos vinculados a la izquierda abertzale o ETA, por lo menos en declaraciones formales. En 2012 declaró que los últimos ataques de kale borroka aparentemente no respondían a una organización estructurada de la izquierda abertzale.

Estas declaraciones apuntan a una tensión: las instituciones quieren marcar distancia con la violencia, pero al mismo tiempo reconocen que ese fenómeno forma parte del mapa de conflicto vasco, y requieren acciones de prevención.

En cuanto al Gobierno de España, mediante sus ministerios (Interior, Justicia) también se ha ocupado del fenómeno. Es histórica la consideración de los actos de kale borroka como terrorismo por la Audiencia Nacional, o al menos bajo esa lógica jurídica.

Por ejemplo, en 2006 el secretario general del PSE-EE, Patxi López, entonces lehendakari, advertía que quienes siempre han estado detrás de la kale borroka estaban bloqueando la paz.

En ese contexto, los gobiernos centrales han planteado medidas de seguridad, persecución de los grupos violentos y políticas de normalización. Así las cosas, la kale borroka no es un fenómeno desconectado de la actividad institucional, sino que está interrelacionado con las dinámicas políticas autonómicas y estatales.

Incidentes relevantes desde su creación hasta la fecha

Para tener perspectiva, es útil repasar algunos hitos de la kale borroka, desde sus orígenes hasta los tiempos recientes, y así entender su evolución.

  • En 1995, el ataque de Errenteria (24 de marzo) es considerado uno de los más brutales atribuidos al fenómeno callejero: coches con matrícula francesa, autobuses de línea, sucursales bancarias, locales comerciales eran objeto de la violencia.
  • A lo largo de los años 2000, la kale borroka conoció una fase de descenso gracias a la presión institucional, policial y social. En 2010 Patxi López señalaba que los incidentes habían sido “los menores de la historia”.
  • En 2013, se registró un ataque coordinado a diez entidades bancarias en localidades de Vascongadas, utilizando piedras, mazas y pintadas, métodos asociados a la kale borroka.
  • En 2022, como se mencionó, se detuvieron tres jóvenes por agredir a un agente de la Ertzaintza en Vitoria, en lo que se calificó como hostigamiento a agentes autonómicos.
  • Recientemente, diversos análisis alertan de que la kale borroka podría estar “volviendo” bajo nuevas formas: boicots electorales, escraches, provocaciones en fiestas populares o actos públicos, lo que hace temer un ciclo renovado.
  • Uno de los últimos sucesos, ha sido los enfrentamientos del pasado doce de octubre, cuando las juventudes de ETA, intentaron frenar un acto reivindicativo de Falange.
  • El pasado treinta de octubre, los perros de los independentistas, volvían a hacer presencia en el aco que organizaba Vito Quiles en la Universidad de Navarra, dejando un saldo de varios heridos entre ellos un periodista de El Español.

Estos incidentes muestran tanto la continuidad como la adaptación del fenómeno: no siempre con la intensidad pasada, pero sí con coherencia operativa y simbólica.

¿Por qué debe preocuparnos?

El renacer y persistencia de la kale borroka merece atención por varios motivos:

  1. Daño a la convivencia. La violencia callejera con motivación política alimenta el miedo, la polarización y la discriminación.
  2. Simbolismo y legado. La kale borroka no es únicamente vandalismo: lleva consigo una memoria conflictiva, vinculada al terrorismo, a ETA, a la violencia de los 90 y 2000. Su resurgimiento implica que parte de ese legado no está cerrado.
  3. Relación con agentes políticos. Aunque formalmente los partidos de la izquierda abertzale han declarado que la kale borroka está “fuera de su estrategia”, la persistencia del fenómeno invita a examinar nuevamente los vínculos, directos o indirectos, que pueden existir entre estructuras políticas, juventudes radicales, movilización social y violencia.
  4. Implicaciones para la seguridad pública. Desde el punto de vista de la planificación policial, la detección, el control y la respuesta a la violencia callejera con motivación política requiere estrategias diferentes a la simple represión del vandalismo: implica inteligencia y prevención.

¿Qué hacer para prevenir un recrudecimiento?

Desde mi punto de vista, algunas claves para afrontar la posible reactivación de la kale borroka serían:

  • Refuerzo de la acción institucional y simbólica: que tanto el Gobierno Vasco como el Gobierno de España mantengan una posición clara, firme y coherente de rechazo de la violencia terrorista, sin ambigüedades.
  • Refuerzo de la prevención, detección y judicialización de los actos simbólicos de violencia callejera antes de que escalen: por ejemplo, el lanzamiento de cócteles, quema de contenedores, ataques a sedes bancarias. Aunque no tengan víctimas mortales, son señales de alarma de que existe organización, simbolismo, motivación política. En el pasado, la kale borroka fue considerada por la Audiencia Nacional como terrorismo de baja intensidad.
  • Comunicación coherente y socialización: parte del éxito de la paz en Vascongadas ha sido el involucramiento ciudadano, la condena social de la violencia, la cultura de víctimas. En ese sentido, hacer visible que la kale borroka es inaceptable, simbólica y materialmente, es tarea de todos: instituciones, medios, partidos, ciudadanía.

Conclusión

El término kale borroka no es una etiqueta nostálgica del pasado: es una advertencia sobre una lógica de violencia política de calle que ha resurgido. El hecho de que se hable de su “renacer” no significa necesariamente que estemos ante una repetición exacta de los años 90. Pero sí que la estructura simbólica y operativa —jóvenes, encapuchados, ataque nocturno, simbolismo abertzale— vuelve a tener presencia.

Para que la convivencia siga avanzando en Vascongadas y en España en su conjunto. Es necesario enfrentarlo con determinación. Que las instituciones no bajen la guardia. Y que los ciudadanos mantengan su rechazo al terrorismo callejero.

En definitiva. La palabra clave es kale borroka. Y aunque hoy no tenga la visibilidad de hace dos décadas. No puede considerarse un fenómeno menor ni residual. Más bien. Debe verse como un desafío latente que exige respuestas políticas, sociales e institucionales. Y en ese sentido. No podemos permitir que quede relegado al cajón del olvido bajo la lógica de “eso ya pasó”. Porque si la calle vuelve a hablar el lenguaje de la violencia, los sucesos del pasado volverán. Es latente que ETA y sus perros callejeros no han sido derrotados y que están volviendo a tener fuerza.